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Morena, ¿dictadura perfecta o reelección presidencial?

porcosmopoliticoAdmin

May 10, 2020

LO QUE NO FUE NO SERÁ

* El partido del gobierno es el nuevo PRI. Mejor dicho: Morena es el nuevo viejo PRI. La aplanadora, el gusto por el carro completo, la simulación de escuchar a los otros, la cerrazón y la obediencia ciega al Presidente; da lo mismo en el PRI de los 80 que en el Morena de 2019. Es el ya conocido Primor

“Lo único que necesita el mal para triunfar es que los hombres buenos no hagan nada”:

 Edmund Burke

POR MARKOFLOS

Dado el catastrófico escenario económico que se avecina y que podría alcanzar a los más pobres, incrementando su número y a las clases medias bajas, reduciendo su nivel de vida, la Cuarta Transformación no será posible, aún con toda la buena fe y voluntad política del Presidente Andrés Manuel López Obrador.

Podría cerrarse el ciclo de la evolución de nuestra incipiente “Democracia”, que se inició en 1977 con la LOPPE de Reyes Heroles, al tiempo que quedaría en quimera la soñada transformación.

Estaríamos ante la disyuntiva de volver a la “dictadura perfecta”, si bien nos va, o a un escenario más riesgoso, la dictadura a secas.

Al Presidente López Obrador le toca enfrentar la mayor crisis mundial de salud de los últimos cien años, al tiempo, también la peor debacle económica.

Ante este escenario hay dos posiciones diametralmente opuestas respecto a la forma en que las ha enfrentado. Por un lado está su base de apoyo, esos 30 millones que votaron por él, más -sorprendentemente- otra parte mayoritaria de la población que cree que la ha enfrentado de manera adecuada. Esto lo revela una reciente encuesta. Se trata de una consulta telefónica a 549 mexicanos realizada del 17 al 21 de abril por la encuestadora Buendía & Laredo, mostró que el 73% dio una evaluación positiva de los esfuerzos de López Obrador, con sólo un 17% de la opinión en desacuerdo. El resto no dio evaluación.

E82% de los encuestados evaluó positivamente las medidas emprendidas por las autoridades sanitarias para disminuir la propagación del virus. Por otra parte, una encuesta realizada entre empresarios por el banco Credit Suisse, B&L entrevistó, entre el 21 y el 25 de abril, a 90 personas que invierten en México, 51 basados en el país y 39 en el extranjero. El 99% considera que el gobierno mexicano no está tomando las medidas adecuadas para proteger a la economía por los efectos del Covid-19 y el 91% que está haciendo menos que los otros gobiernos de América Latina para minimizar el impacto económico por la pandemia. Además, el 69% de los inversionistas cree que la deuda soberana de México perderá la calificación de “grado de inversión” durante la presente administración de Andrés Manuel.

GRANDES CRÍTICAS DESCALIFICAN LIDERAZGO DE AMLO

En el mismo sentido hay un sector de la opinión pública que se ha expresado a través de conocidos periodistas y de las redes, descalificando, en forma por demás radical, su liderazgo.

Entre estos destacan: Federico Reyes Heroles, que publicó: “El liderazgo se colapsa porque las mentiras y los engaños tienen patas cortas, no llegan lejos. Se colapsa porque incendiaron a una sociedad que está mucho más organizada e informada de lo que imaginaron”.

Beatriz Pagés, quien afirma: “¿Qué hacer en medio de esta noche oscura? ¿Cómo relevar al presidente sin romper el orden constitucional? ¿Cómo deshacerse de un gobernante cuya eficacia ya es reprobada tanto internamente como por los organismos financieros internacionales más importantes? Desde hace mucho no habían estado tantas cosas en juego como en este momento. Las cosas ya llegaron a su límite y es hora de buscar un presidente”.

Pablo Hiriart señala: “Ya hemos visto su talento en acción: tiró la economía cuatro puntos del PIB en dieciseis meses, la hundió bajo cero, consumió la mitad del Fondo de Estabilización, frenó en seco el crecimiento del empleo, ahorró en salud, recortó en ciencia, en cultura, gastó cientos de miles de millones de pesos en destruir obras y le metió otros tantos de miles de millones de pesos a una empresa del Estado que en 2019 perdió como nunca: 365 mil millones de pesos”. Esto sin contar su papel en Covid-19 y antes de que se conociera la pérdida de Pemex 2020 que ya ronda los 550 mil millones de pesos.

Gran contraste de opiniones. A juzgar por sus acciones de gobierno, AMLO sigue pensando en el futuro. Hay quienes afirman que sus programas sociales y su permanente discurso de campaña le garantizan alta popularidad. Mantener el poder gracias al “clientelismo electoral.

Al respecto, la politóloga María Amparo Casar ha publicado en Nexos un cálculo “serio” del tamaño del clientelismo que se propone alcanzar este gobierno: “Si los porcentajes de votación en las elecciones intermedias de 2021 se mantienen parecidos a las de 2015, esos 23 millones de mexicanos beneficiados por el gobierno representarían el 50.3 por ciento de la votación efectiva”.

El proyecto político de Andrés Manuel, dice Casar, tiene lo que le falta a su proyecto económico: “una planeación de largo plazo con minuciosa anticipación y medición de costos y beneficios”.

“Estamos”, concluye Casar, “frente al proyecto de legitimación y permanencia en el poder más ambicioso que haya conocido la exigua democracia mexicana: el diseño de un tecnócrata electoral de altos vuelos”.

No está improvisando, dice Casar. Se prepara desde ahora para 2021 y 2024.

Cada vez se confirma más la tesis de muchos analistas en el sentido de que estamos en la antesala del presidencialismo de los mejores años del PRI en los 70s y 80s, con Poderes Legislativo y Judicial acotados, a modo y a su “servicio”, cuando no existían los “organismos autónomos”.

De esta forma, Morena es el nuevo PRI. Mejor dicho: Morena es el nuevo viejo PRI. La aplanadora, el gusto por el carro completo, la simulación de escuchar a los otros, la cerrazón y la obediencia ciega al presidente; da lo mismo en el PRI de los 80 que en el Morena de 2019. Es el ya conocido Primor. Será que en el subconsciente nacional -léase la mayoría del pueblo al menos 60%- subyace una especie de fijación por la adoración al Tlatoani de nuestras culturas prehispanicas. Será que el colectivo nacional ya extraña al partidazo y sus poderosos Presidentes (Tlatoanis). Será que quieren estar bajo el mando de un líder que, todavía, mantiene la simpatía popular, quizá porque la mayor parte de la población por ignorancia o falta de interés, no presta mucha atención a lo que dice, y que quienes sí prestan atención tienen la memoria corta. Así lo expresa una frase de filosofía popular: “La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos”.

 

Este fenomeno podría obedecer a varios factores. Es innegable que el PRI es el gran formador de nuestra clase política. Ahí nacieron y se criaron muchos, traen el ADN priísta. Empezando por el propio Presidente; de ahí salieron muchos a formar otras fuerzas políticas: Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal, Porfirio Muñoz Ledo, Manuel Barlett, Esteban Moctezuma, Alfonso Durazo, Ignacio Ovalle, Elba Esther Gordillo, Napoleón Gomez. Características comunes: la disciplina, la adoración del líder, la ‘línea’, la justificación de los caprichos unipersonales, las porras para todo, el presidente como centro de todo. Las formas priístas han imperado en nuestra clase política, incluso el PAN, que durante décadas hizo las cosas diferentes, terminó en una faceta priísta. La decadencia panista se explica en mucho por las formas y hasta métodos priístas que adoptó en los últimos años.

A LA VISTA LOS ESCENARIOS POSIBLES

En este contexto, los escenarios que se avizoran son: Vuelta a la “dictadura perfecta”, ahora Primor. Dado el “estilo personal de gobernar” del Presidente -en palabras de Cossío Villegas-, podríamos estar frente al regreso del “dedazo” y el “tapadismo”, que operó el PRI de manera muy exitosa durante décadas.

Para algunos, razón de estabilidad política y de paz social. Para otros, motivo de una “presidencia” imperial o hereditaria.

Ante este panorama, surge la pregunta: ¿Querrá el Ejecutivo federal impulsar a su candidato o candidata para llegar a la Presidencia? Hasta ahora no hay señales claras.

En el escenario de la “dictadura perfecta”, también podría darse la “reelección presidencial” que se ha puesto de manera reiterada en la palestra política. Se han realizado múltiples artículos y análisis respecto a la posibilidad de que el Primer Mandatario tenga la intención de buscar la reelección para la Presidencia de la República para el periodo 2024-2030 y coincido con muchos que no debe tener esa intención.

Sin embargo, dados los hechos y sucesos inéditos que vienen ocurriendo, incluida la crisis Covid-19, que a AMLO le quedó “como anillo al dedo”, según sus propias palabras, podríamos estar frente a una reelección, irremediable.

Ocurriría, a pesar de la “vocación democrática” del Presidente de la República, por dos motivos: Primero, porque los avances serán inobjetables, al menos en la percepción de la mayoría de mexicanos -si persisten las tendencias de preferencia- en materia de combate a la corrupción y el aparente beneficio a millones de mexicanos (apoyos clientelares de programas sociales, principalmente los más pobres, que al mantener su esperanza y expectativa, no querrán que interrumpa su mandato y se consolide de una vez por todas la transformación que reclama México). Segundo, porque cuando esté por concluir sexenio, o antes, se verá que ha sido demasiado corto el tiempo para consolidar la tan anhelada transformación nacional. Se hará evidente que no se habrán alcanzado las metas de la 4T por culpa del coronavirus y de la crisis económica provocada por los neoliberales, no sólo de México sino del mundo.

Además de las muy recurridas referencias, lo que heredamos del periodo neoliberal: la mafia del poder, los conservadores y la prensa fífí. No bastan 6 años para remediar el mal que se hizo durante 36 años. En todo caso, la mayoría de los mexicanos podría pedir la reelección del Presidente de la República mediante lo que se requiera: Consultas públicas, revocación de mandato -a contario sensu- o, mediante modificaciones constitucionales, lo cual será posible si “Morena” refrenda las mayorías del Congreso en 2021.

El Primer Mandatario se verá obligado, aún contra su voluntad, precisamente por su “vocación democrática”, a acatar lo que le ordene la gran mayoría del pueblo. Esto, sólo podría ser viable, con el permiso y la autorización de Washington.

Sin embargo, el escenario de una “dictadura perfecta” (Primor a plenitud) que podría preparar su sucesión a la vieja usanza o bien la reelección, podría tener una distorsión muy riesgosa.

LA DICTADURA A SECAS

Esto ocurriría cuando no sólo los empresarios y una minoría de intelectuales, sino la mayoría de los mexicanos pierdan la esperanza porque ya les pegó en los bolsillos la gestión de la 4T y el Presidente se vea obligado a mantenerse en el poder contra viento y marea.
Los mexicanos, hasta el momento, no quieren en la Presidencia al PAN ni al PRI y si no cumple, tampoco querrá a Morena. Podría AMLO aspirar a convertirse en un dictador al estilo Hugo Chávez, Evo Morales, Nicolás Maduro o Daniel Ortega.

Sus “adversarios” aseguran que ese puede ser su plan. Muchos son los dictadores que han dejado desgracias en nuestra historia. Cuando volvemos la vista atrás y somos conscientes del terror y la maldad que afligieron a su pueblo, nos queda una sensación de rabia, incredulidad y la necesidad de encontrar respuesta a muchas preguntas que buscan, precisamente, que la historia no se repita.

Lo que está claro es el mensaje que nos dejaron: como ciudadanos debemos estar alerta, pues una vez que nos van quitando poder es un buen campo para que ellos afloren.

CARACTERÍSTICAS DE LOS DICTADORES

Algunos estudiosos del tema y prestigiados psicólogos han señalado algunas de las características que comparten esos dictadores:

Infancia difícil. Distanciamiento de padres con falta de cariño. Muchos de ellos ya estaban destinados a la defensa de una idea desde pequeños a causa de sus padres.

Estilo vengativo. Frustración de no tener una vida mejor, la atribución a esta falta de fortuna siempre era externa contra los demás, que en sus fantasías aparecían como responsables de su desgracia y de la desgracia de las personas a las que querían… odio acumulado.

Oratoria y carisma. La mayoría debe su llegada al poder a la sensación de seguridad con la que acompañaban a sus discursos y actuaciones. Discurso directo, firme con mensajes demoledores y un tono de voz seco y estridente.

Desprecio  a la capacidad del pueblo. Tratan de impedir a toda costa que el pueblo sea capaz de pensar por sí mismo. Su palabra es la última y verdadera y todo aquel que cuestionase comenzará a sufrir represalias. Hacen propaganda de todo lo que realizan y que el pueblo pueda ver con buenos ojos. Amplias campañas de difusión y culto a su persona.

Comportamiento. Apariencia de ser grandes lectores de arte o historia. Una forma de querer ser parte de la élite intelectual a la que ellos nunca pudieron acceder. Desprecio por sus allegados y continuas sospechas de conspiraciones paranoicas en su contra.

Como común denominador, estos dictadores han acabado su vida en situaciones penosas, a través del suicidio, han sido asesinados o juzgados con mucha severidad a través de la justicia y del pueblo mismo.

En la historia nacional hemos tenido ejemplos, Antonio López de Santa Anna, Porfirio Díaz, Victoriano Huerta. Debemos estar atentos, que la historia no se repita, y que pasados los años digamos con pesar “lo que no fue no será”.

No creemos que sea el caso del México actual. Estamos obligados a procurar, al menos en nuestro entorno, un mundo cada vez menos ignorante, con un pueblo de capacidad autocrítica que sea gobernado por líderes con autoridad moral y que defiendan los valores más importantes: la libertad, la justicia, la honestidad, la igualdad y los derechos humanos. Líderes que sean ejemplo de las nuevas generaciones y factor de “unidad nacional”.

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