Así las cosas, la Suprema Corte redactó la pregunta que se puede hacer en la consulta, completamente diferente a la propuesta. No le concedieron nada al Presidente, nada, cero.
POR EL SEÑOR LÓPEZ
Preguntas que matan.
Decían los viejos de la familia que Cata -de las de Toluca había nacido enojada y sí, con tía Cata había que pisar muy quedito.
No se le podía saludar diciendo ‘¿cómo estás?’, porque respondía rechinando los dientes: -¿Cómo quieres que esté?
Tampoco nadie le podía preguntar ‘¿te pasa algo?’, porque casi sin despegar los labios, escupía: -¿Y de qué sirve que te diga?, pero el colmo fue el día que su marido, jubiloso, le dijo: ‘¡Me saqué la lotería!’… y ella, rabiosa, le espetó: -¿Te sacaste?… ¡qué egoísta eres!
Ya viuda y muy viejita, cumplidos todos los requisitos para presentarse ante el Creador, una de sus hijas le preguntó si quería que le llevaran un sacerdote y casi con su último aliento, contestó: “¿Qué estás insinuando?”… ni modo, hay gente así.
DE LA PREGUNTA DE AMLO, NADA QUEDA
La resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) del jueves pasado sobre la consulta popular propuesta por el Presidente, desató una catarata de comentarios en favor y en contra; y en la prensa, en todas sus presentaciones, no pocas notas desatinadas, si no es que intencionalmente sesgadas.
¿Qué le concedió la Corte al Presidente?: Nada.
Es imposible hacer como que no se da uno cuenta de las torpes intenciones populachero-electorales del Presidente al pretender una arbitraria consulta para poner en la picota de la infamia las cabezas de los ex presidentes de la República, sin cumplir su obligación de denunciar ante la Fiscalía los ilícitos que conozca cometieron, ni se puede soslayar la trampa política que le tendió a la Corte (si no aprobaba la consulta, la hubiera tachado de cómplice y enemiga de sus pasteurizadas intenciones justicieras… sí, cómo no); a la par que, de pasadita, vería si la podía mangonear, en abono a sus no disimulados afanes autoritarios. No le salió.
Tampoco se puede dejar de notar que la Suprema Corte actuó sabiéndose amenazada. En apariencia la opción era chocar frontalmente con el Presidente o plegarse a su capricho, pero, doctores tiene la iglesia: escurrieron el bulto, neutralizaron su alegato y sentenciaron con pulcritud.
Como de costumbre, el respetable oyó lo que quiso oír y como de costumbre, sin revisar la repetición de la jugada, unos claman que era penal y otros que no. Normal.
La Corte, al votar sobre si es constitucional la consulta, revisó en primer lugar si viola o no lo dispuesto en el Artículo 35, numeral 3, de la Constitución, que define aquello que no pueden someterse a consulta (los derechos humanos, las garantías de su protección, la naturaleza política del país, lo electoral, fiscal, etc.); y en segundo lugar, al mismo tiempo, si se aprobaba la pregunta propuesta por el Presidente de la República.
Lo primero, se aprobó, por seis votos contra cinco: la consulta, pues, es constitucional; y lo segundo, lo que el Presidente quería preguntar a la ciudadanía, no se aprobó por ocho votos contra tres. Y 8-3 es goliza.
En otras palabras: se puede consultar, pero no lo que pretendía el presidente.
LA APLICACIÓN DE LA LEY NO ESTÁ SUJETA A UNA CONSULTA
Así las cosas, la Corte redactó la pregunta que se puede hacer en la consulta, completamente diferente a la propuesta. No le concedieron nada al Presidente, nada, cero.
El Presidente proponía en su pregunta que la gente dijera si estaba de acuerdo en que la Fiscalía y el Poder Judicial procedieran contra cinco ex presidentes, con nombres y apellidos, por presuntos delitos cometidos “antes durante y después de sus respectivas gestiones”.
Esto es tendencioso, ilegal y de obvia respuesta: nadie iba a decir que no. Aparte, la preguntita no podía aprobarse en la Corte porque la aplicación de la ley no está sujeta a ninguna consulta.
Al plantear esta pregunta, el Presidente ratificó su impreparación para el ejercicio del cargo o su maldad, e hizo evidente su vocación por el caos, caldo de cultivo en que se nutrió y llegó a donde llegó.
LA PREGUNTA QUE YA NO SE PUEDE MODIFICAR
La pregunta redactada por la SCJN (que nadie puede modificar), es:
“¿Estás de acuerdo o no en que se lleven a cabo las acciones pertinentes, con apego al marco constitucional y legal, para emprender un proceso de esclarecimiento a las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos, encaminado a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas?”.
Lea usted lo que dice la pregunta de la Corte: ‘Acciones pertinentes’… ‘esclarecimiento a las decisiones políticas’… ‘años pasados’… ‘actores políticos’…
Que el Presidente lea con calma lo que le aprobaron y verá que no se parece a lo que propuso, es una manzana envenenada (-‘Muerde pequeño, muerde’ -como decía la bruja a Blancanieves).
Esclarecer pertinentemente las decisiones políticas no es el paredón del vituperio que quería levantar, para mantener contentos a sus adeptos.
‘Años pasados’ incluye el 2019, primero de su administración, don López (¿por qué se tenía que apellidar López?… bueno, a cargar con esta cruz), y alcanza sus años de jefe de Gobierno del entonces DF, en el que tantas cosas están en remojo.
‘Actores políticos’ son todos, no sólo los ex presidentes, todos, incluida la Sheinbaum, la Nahle, el Bartlett, el Romero Oropeza, el Jiménez Espriú, el doctor Muerte (López Gatell), la Buenrostro (señora de las asignaciones directas), y todos los involucrados en el tenebroso manejo del fisco y los ‘programas sociales’; sin olvidar a los enredados en las falsas consultas mediante las cuales atropelló a particulares y comprometió la viabilidad financiera de su gobierno, del país.
LE QUITARON A AMLO LA EXCUSA PARA UNA REFORMA CONSTITUCIONAL
Y para que lo piense mejor, el Presidente debe recapacitar en que ‘garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas’ puede ser un rayito de esperanza para padres de niños con cáncer y para algunos millares de mujeres desdeñadas por él, que exigen justicia y seguridad. ¡Que le entre!
Como sea, cierta gente está que trina contra la Corte, por la misma razón que tienen tantos fanáticos los rudos de la lucha libre, pero los ministros, sin despeinarse, no le concedieron lo que quería, le quitaron a él -y chairos varios- el pregón de ¡consulta o muerte!, le arrebataron la excusa para una reforma constitucional y le entregaron una de esas preguntas que matan.
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